Martes, 30 de enero de 2018.
Me cuesta bastante en determinadas ocasiones hacer lo que digo. ¿Será porque la teoría está asimilada, pero la práctica que es lo que interesa, es un talón de Aquiles para la mayoría?¿Será porque uno repite lo que se ve, lo que se vive, en el medio laboral o personal? Sea como sea, habrá que ponerle remedio, no por como uno queda delante de los demás, sino por como queda delante de si mismo.
Cada vez que incumplimos promesas, ya sean propias o a otras personas, la sensación es de fracaso. El problema en si no es el fracasar, lo hacemos a menudo. Es la falta de importancia que se da cuando sucede, es tratarlo como algo banal, sin importancia, cuando en realidad, estamos mandando información a nuestro subconsciente de que somos incompetentes, es una manera de auto boicotearse, casi nadie se da cuenta de que lo hace. Yo lo hago mas de lo que me gustaría.
En ocasiones, tratamos de excusarnos de todas las maneres posibles, para no asumir la responsabilidad del fallo. No hay nada de malo en fracasar, es parte del proceso, admitirlo y aprender a perdonarse es importantísimo para nuestro crecimiento psicológico, como también lo es actuar para no seguir generando el conflicto. Aun estoy en ello, de momento me he planteado gestionar esa cuestión de dos maneras, una es cumplir conmigo misma y la otra es no prometer lo que no podré cumplir.